Este texto es una traducción del inglés del capítulo 20 del libro del activista Charles Eisenstein The More Beautiful World Our Hearts Know Is Possible (trad. literal: El bello mundo que nuestro corazón sabe que es posible). La premisa del libro: en época de crisis social y ecológica, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros para hacer del mundo un lugar mejor? Siguiendo este enlace podéis leer el libro en abierto en su página web o comprarlo para apoyar su trabajo.

Los problemas a los que nos enfrentamos en nuestras vidas y en el mundo (ya sean problemas en nuestras relaciones o la hambruna mundial) provienen de la apatía y de la desconexión: de nuestra falta de capacidad para sentirnos, a nosotros, a los demás, a la tierra y a cómo la vida busca avanzar y evolucionar a través de nosotros. La cuestión no es si intervenir o si debemos «pasar a la acción», sino aquello que nos impulsa a actuar.

—Dan Emmons

Antes de comenzar un nuevo capítulo, la mayoría de las personas —y quizá también la mayoría de las sociedades— deben atravesar primero el fragmento previo de la historia. Entre lo antiguo y lo nuevo hay un vacío, ese momento en el que se integran las lecciones y aprendizajes de la vieja historia, la cual solo concluye al haber realizado ese trabajo previo. A continuación, la nada, expectante, el vacío del que todo surge. Al volver a lo esencial recuperamos la capacidad de actuar desde nuestra esencia. Al volver al espacio entre capítulos podemos elegir desde la libertad y no desde la costumbre.

Un buen momento para no hacer nada es cualquier momento en el que te sientas atascado. Precisamente al escribir este libro a menudo no he hecho nada. Estuve varios días intentando escribir la conclusión, dándole vueltas, haciendo refritos de material antiguo. Cuanto más me ponía, peor el resultado. Así que finalmente lo dejé estar y me senté en el sofá, con un bebé enganchado a mí, recorriendo mentalmente el libro que acababa de escribir, pero sin ninguna intención de averiguar cómo terminarlo. Fue en ese vacío de donde surgió la conclusión, sin proponérmelo.

No tengas miedo al vacío. Es la fuente a la que debemos volver si queremos liberarnos de las historias y los hábitos que nos atrapan.

Si nos bloqueamos y elegimos no acudir al vacío, al final acabaremos allí de todos modos. Puede que estés familiarizada con este proceso a nivel personal: el mundo antiguo se desmorona pero el nuevo no ha surgido todavía. Todo lo que antes parecía permanente y real se revela como una especie de alucinación. No sabes qué pensar, qué hacer; ya no sabes qué significa qué. La trayectoria vital que habías trazado te parece absurda y no puedes imaginarte otra. Todo es incierto. Tu marco temporal se reduce de años a este mes, a esta semana, a hoy, quizá incluso a este momento. Sin los espejismos de las estructuras que antes parecían protegerte y filtrar la realidad te sientes desnuda y vulnerable, pero también sientes una especie de libertad. Se abren ante ti posibilidades que ni siquiera existían en el capítulo anterior, aunque no tengas ni idea de cómo llegar a ellas. El reto de nuestra cultura es permitirnos estar en ese espacio, confiar en que la siguiente parte de la historia surgirá cuando ese tiempo intermedio haya terminado, y confiar en que sabrás cuando es. Nuestra cultura quiere que sigamos adelante, que entremos en acción, pero la historia que dejamos atrás, la cual suele formar parte del consenso social, nos libera con mucha reticencia. Así que, por favor, si te encuentras en ese espacio sagrado entre capítulos, date permiso para estar ahí. Da miedo soltar estructuras conocidas que aportan seguridad, pero descubrirás que, aunque pierdas lo impensable, estarás bien. Hay una especie de naturaleza que nos protege en ese espacio entre capítulos. No es que no vayas a perder tu matrimonio, tu dinero, tu trabajo o tu salud. De hecho, es muy probable que pierdas alguna de estas cosas, pero descubrirás que incluso habiéndolas perdido, sigues estando bien. Entrarás en contacto con algo mucho más valioso, algo que ni los incendios podrán quemar ni los ladrones podrán robar, algo que nadie podrá quitarte y que no podrá extraviarse. Es posible que a veces lo perdamos de vista, pero siempre estará ahí, esperándonos. Es el lugar de descanso al que volvemos cuando la historia conocida se desmorona. Cuando se despeja la niebla podemos ver claramente el siguiente mundo, la próxima historia, la siguiente fase de la vida. De la unión de esta vista y de este vacío nace un gran poder.

Escribí lo siguiente: «Aquellas posibilidades que ni siquiera existían en el capítulo anterior yacen ante ti, aunque no tengas idea de cómo llegar a ellas». Esta es una muy acertada descripción de un lugar al que nos estamos acercando colectivamente. Los que hemos abandonado de diversas maneras el antiguo capítulo de la humanidad somos los órganos de percepción del cuerpo humano colectivo. Cuando la civilización en su conjunto entre en el espacio entre capítulos, entonces estará preparada para recibir estas visiones, estas tecnologías y formas sociales de inter-ser.

La civilización aún no ha llegado a ese punto. Hoy en día, la mayoría de la gente sigue creyendo de forma tácita que las soluciones conocidas seguirán funcionando. Se elige a un nuevo presidente, se anuncia un nuevo invento, se proclama un repunte en la economía y la esperanza se renueva. Tal vez las cosas vuelvan a la normalidad, tal vez se reanude el ascenso de la humanidad. Hoy todavía es posible creer que solo estamos pasando por una mala racha, sin tener que esforzarnos en negarlo o en fingir. Podremos superar el bache si descubrimos nuevas fuentes de petróleo; construimos más infraestructuras para impulsar el crecimiento económico; resolvemos el rompecabezas molecular de la autoinmunidad; desplegamos más aviones no tripulados para protegernos del terrorismo y de la delincuencia; modificamos genéticamente los cultivos para obtener mayor rendimiento y echamos pigmento blanco al cemento para reflejar los rayos del sol y frenar el calentamiento global.

Dado que es probable que todos estos esfuerzos traigan consecuencias imprevistas e incluso peores que los problemas que pretenden resolver, no es difícil ver la sensatez de no hacer nada. Como describiré más adelante, esto no implica que los activistas deban centrarse en la obstrucción. El no hacer nada surge naturalmente del desmoronamiento de la historia que había motivado el antiguo hacer, llamándonos por tanto a hacer lo que podamos para acelerar la desaparición de esa historia.

Mi hermano, cuya claridad mental es considerable porque rara vez lee algo escrito después de 1900, me describió su visión de cómo se manifestará el cambio. Un grupo de funcionarios y líderes políticos se sentarán a pensar qué hacer con la nueva crisis financiera. Todas las políticas habituales de los bancos centrales, los rescates, los recortes de los tipos de interés, la expansión cuantitativa, etc., estarán sobre la mesa, pero los dirigentes no serán capaces de enfrentarse a ellas: «A la mierda —dirán—, vámonos a jugar al golf».

En algún momento tendremos que parar. Simplemente parar, sin ninguna idea de qué hacer. Como he descrito con los ejemplos del desarme y la permacultura, estamos perdidos en un infierno y el mapa nos marca un trayecto que nos tiene dando vueltas sin rumbo. Para salir vamos a tener que soltar el mapa y mirar a nuestro alrededor.

A medida que tu capítulo llega o se acerca a su fin, ¿te pasa que lo quieres mandar todo a tomar viento? La procrastinación, la pereza, intentos que se quedan a medias, la rutina, todo indica que la historia ya no te motiva. Lo que antes tenía sentido, ya no lo tiene. Estás empezando a retirarte de ese mundo. La sociedad hace todo lo posible para persuadirte de que te resistas a esa retirada y la lucha contra esta retirada se llama depresión. Se necesitan mecanismos motivacionales y químicos cada vez más potentes para mantenernos centrados en lo que no queremos, para mantenernos motivadas a hacer aquello que no nos importa. Si el miedo a la pobreza no funciona, tal vez lo haga la medicación psiquiátrica. Lo que sea con tal de que sigas como si no pasara nada.

Esa depresión que impide participar con energía en la vida tal y como es natural tiene también una expresión colectiva. Al carecer de un sentido convincente de propósito o destino, la sociedad se tambalea y se limita a seguir caminando sin ton ni son. La «depresión» se manifiesta en lo económico, ya que el instrumento de nuestra voluntad colectiva —el dinero— se estanca. Deja de haber suficiente para lograr algo extraordinario. Al igual que actúa la insulina en un diabético resistente a la insulina, las autoridades monetarias bombean más y más, con un efecto cada vez menor. Lo que antes habría provocado un auge económico apenas basta ahora para evitar que la economía se paralice. La parálisis económica podría ser, en efecto, la forma en que aparece este «parón». Aunque podría ser cualquier cosa que nos haga renunciar a nuestra historia y a sus promesas de una vez por todas.

No hacer nada no es una sugerencia universal, sino que es específica del momento en que una historia se acaba y entramos en el espacio entre historias. Me baso aquí en el principio taoísta del wu-wei. A veces se traduce como «no hacer», pero una mejor traducción podría ser «no imponer» o «no forzar». Significa liberarse del hacer que se produce involuntariamente, por reflejo: actuar cuando es el momento de actuar y no actuar cuando no es el momento de actuar. La acción se alinea así con el movimiento natural de las cosas, al servicio de lo que quiere emerger.

Para ello me inspiro en un hermoso verso del Tao Te Ching. Es un verso denso, con múltiples significados e interpretaciones, y no he encontrado una traducción que resalte lo que he cuento aquí. Por lo tanto, he propuesto mi propia traducción. Se trata de la última mitad del verso 16; si comparas las traducciones existentes, te sorprenderá lo mucho que difieren.

Todo retorna a su raíz.

Al retornar a la raíz hay quietud.

En la quietud reaparece el verdadero propósito.

Lo real.

Lo real aporta claridad.

El hecho de no discernir lo real hace que el desastre venga de la mano de la acción imprudente.

Al percibir lo real surge la amplitud,

de la amplitud surge la imparcialidad,

de la imparcialidad surge la soberanía,

de la soberanía surge lo natural.

Lo que viene de forma natural es el Tao.

Del Tao procede lo duradero,

lo que persiste más allá de uno mismo.

Escrito por:Guía Carmona

Un comentario en “En algún momento tendremos que parar

  1. Hola Guía,
    Gracias por el artículo, recién te sigo y me gusta leerte la tarde de los domingos. Y justo de lo hoy escribes me sucedió en diciembre y enero, tuve que parar. Entré al espacio «entre historias», sin ideas, sin motivación para grabar videos para el canal de YouTube. Un espacio en donde llegan destellos de buenas ideas, pero ninguna con ganas de llevarla a cabo, simplemente ganas de no hacer nada. No quise interrumpir ese espacio, que sentía era necesario. Una de mis seguidoras me dijo «el cuerpo es sabio y te va a indicar cuando volver» y así fue, en febrero retomé el camino con otra motivación. A veces es necesario parar para comenzar una nueva historia. Gracias por todo lo que compartes.👌

    Me gusta

Deja un comentario