Seguro que te suena este escenario. Hace un par de años te leíste un libro súper interesante de no ficción. Si hoy te preguntara alguien que si puedes recomendarle el libro y por qué, es probable que le pudieras contar de qué va y quizás también soltar un par de datos que te parecieron curiosos y que se han quedado contigo, a lo mejor incluso porque los anotaste, o porque los has podido recontar porque son anecdóticos para ti. También es probable que no puedas decirle nada más.

Mi amigo-compañero de escritura y de blog Roman y yo hemos empezado a leer un artículo por semana, el cual comentamos con la ayuda de la herramienta hypothes.is con la que puedes marcar una frase o un párrafo y hacer un comentario al que se puede responder. La semana pasada leímos este artículo de Andy Matuschack cuya premisa es que los libros de no ficción no son un medio de aprendizaje eficaz porque se basan en un modelo cognitivo (la forma en que aprendemos) transmisionista. Dicho con otras palabras, el formato libro pretende que al leerlo entendamos el conocimiento que nos ofrece y que lo interioricemos. Lo mismo pasa en una clase, en la escuela o en la universidad, cuando unx profesorx explica algo: este modelo supone que con su explicación a ti te queda todo claro. De eso va el transmisionismo.

Andy (me tomo la libertad de llamarlo Andy) argumenta que los libros dejan bastante que desear como transmisores de conocimiento. Al leer el artículo a mí ya me saltaban muchas alarmas, ¡está atacando al libro! ¡No! En mi mente la idea del libro es la forma más prestigiosa y válida de acceder al conocimiento, a un conocimiento que—de nuevo, en mi mente—es más fiable y más permanente. Lo que no me había parado a reflexionar hasta ahora era la forma en la que aprendo de los libros, lo que me aportan, las preguntas que me hago cuando los leo, al fin y al cabo: qué modelos cognitivos me funcionan mejor (cómo aprendo mejor) y cómo los aplico al formato libro.

Curiosamente, algo que hemos notado Roman y yo al comentar estos artículos semanalmente (y eso que acabamos de empezar) es que el hecho de interactuar con la información que leemos y tener que comentar las ideas que nos vienen mientras leemos y, además, responder a los comentarios del otro, hace que estemos más involucrados en la lectura y más despiertos, más interesados en lo que nos puede aportar y en lo que tenemos que decir nosotros sobre ese contenido. Esto no es ninguna idea novedosa y ya la habrán vivido muchas personas que hayan participado en clubes de lectura o en entornos de aprendizaje similares.

Algo está claro: es díficil transmitir conocimiento. Andy se pregunta que si tomamos un modelo cognitivo en particular, ¿de qué forma se daría en ese modelo que aprendiéramos o que no aprendiéramos, o que lo hiciéramos con más agilidad? ¿Por qué no nos preguntamos esto más a menudo?

«So much of the beauty, so much of what propels our pursuit of truth, stems from the invisible connections — between ideas, between disciplines, between the denizens of a particular time and a particular place, between the interior world of each pioneer and the mark they leave on the cave walls of culture, between faint figures who pass each other in the nocturne before the torchlight of a revolution lights the new day, with little more than a half-nod of kinship and a match to change hands.» –Maria Popova, Figuring

Es muy probable que no absorbamos conocimiento consumiendo frases una detrás de otra. Quizás por eso una buena herramienta de aprendizaje sea darnos el espacio para procesar el contexto, todas las ramificaciones y temas compartidos que ofrece un libro, las posibilidades de conexión, las diferentes acepciones de un término que no acabamos de entender pero al que nos estamos acercando. Pero me puedo estar equivocando y puede haber maneras mucho mejores de empaparte de esta tensión. Si sabes de alguna(s), ¡házmelo saber!

Me doy cuenta hoy, escribiendo esta entrada, de que todo lo que he ido consumiendo esta semana, ya sea en un artículo, en un libro, en una charla o en una conversación con mi chico mientras desayunamos, influye lo que pienso y lo que me ocupa. Lo que nos ocupa ahora influye nuestra manera de ver el mundo y de entender los libros y el conocimiento que estamos consumiendo, así lo decía William Godwin:

«The impression we derive from a book, depends much less upon its real contents, than upon the temper of mind and preparation with which we read it».

A la vez es cierto que para entender algo tienes que involucrarte y entrar al fango tú mismx. No vale con consumir pasivamente y esperar así entender el mundo y entenderte a ti mismx. Quizás tengamos que repensar cómo diseñar las preguntas que nos hacemos durante la lectura de un libro, donde el contexto siga siendo un medio que necesitamos para entender matices, buscar caminos, investigar (un poco más) pasivamente esperando a ver qué conexiones se forman.

Sin embargo creo que no debemos parar de buscar formatos nuevos que aunque parezcan inimaginables están ahí, esperando a que miremos con nuevos ojos:

«El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos». — Marcel Proust

¡Echadle un vistazo aquí al blog de Roman! Seguimos dándole vueltas a eso de inventar el nuevo libro. Os mantendremos informados.

Este es la primera entrada que envío a través de la newsletter, ¡yuhu!

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Un momento….
¡Listo! Ya estás dentro.

Foto de Darwin Vegher encontrada en Unsplash

Escrito por:Guía Carmona

2 comentarios en “Sobre la tensión en el aprendizaje

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